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Concurso "Los saberes de la luz. Quince años de la revista Vivarium" (página 2)




Enviado por Rigoberto Pupo



Partes: 1, 2

Abordar la realidad subjetivamente, es imaginar,
descubrir, develar algo nuevo, trasuntado en novedades que dejan
el reino de la posibilidad para encarnar realidades concretas,
que al mismo tiempo son
fuentes de
nuevas aprehensiones. Fundarse en la imagen creadora,
es prolongar los fines humanos y realizarlos en bien del hombre.

Crear, es imaginar con plena libertad, y
poner los fines para satisfacer necesidades e intereses humanos.
No es sencillamente dar cauces a la ficción y a las
quimeras de la razón. Es sentir al mismo tiempo que nos
alejamos de lo inmediato con vocación trascendente hacia
lo maravilloso que enaltece y da fuerzas en dirección a la verdad que siempre buscamos,
al saber integrador que altera la realidad para descubrirla.
Sencillamente,"(…) lo maravilloso comienza a serlo de
manera inequívoca cuando surge de una inesperada
alteración de la realidad (el milagro),de una
revelación privilegiada de la realidad, de una iluminación inhabitual o singularmente
favorecedora de las inadvertidas riquezas de la realidad, de una
ampliación de las escalas y categorías de la
realidad, percibidas con particular intensidad en virtud de una
exaltación del espíritus que lo conduce a un modo
de "estado
límite". Para empezar, la sensación de lo
maravilloso presupone una fe. Los que no creen en santos no
pueden curarse con milagros de santos, ni los que no son Quijotes
pueden meterse, en cuerpo y en alma y
bienes, en el
mundo de Amadís de Gaula o Tirante el Blanco"

Alejo Carpentier, nuestro Premio Cervantes, con
imaginación creadora, revela la gran verdad, que toda
Nuestra América, no es más que una
crónica de lo real maravilloso. Esta concepción, o
método, si
se quiere, le abrió amplias perspectivas para revelar la
verdad del hombre en relación con el mundo, mediado por la
praxis y sus
circunstancias tropicales y otros contextos que tan sabiamente
revela nuestro novelista mayor.

Sin artificios gnoseológicos, pero siguiendo la
lógica
especial del hombre y su espiritualidad, Carpentier
construyó muchas verdades; creó verdades que hoy la
historia y la
cultura
enriquecen y amplían con nuevos sujetos
creadores.

Con razón suficiente, Roger Garaudy, refiriendo a
Kafka señaló: El mundo que él vivió y
el mundo que él construyó no son más que uno
(…).Para sentir esa unidad profunda y viva, basta con no
perderse en el juego de las
interpretaciones, que consiste siempre en hacer entrar la obra en
el lecho de Procusto de un sistema
preconcebido, y a no buscar en ella más que la puesta en
escena novelesca de una tesis"
.

Estos temas exigen nuevas aprehensiones y visiones
hermenéuticas, si queremos seguir los "latidos de la
realidad" con soberana autonomía creadora.

La
metáfora y la imagen como modos de revelación
humana de la realidad.

Tanto la metáfora como la imagen propiamente
dicha, son modos reveladores del cosmos humano en relación
con el Universo.
Ambas dan cuenta de la riqueza expresiva del pensamiento y
el lenguaje y
sus amplias posibilidades creadoras. Son en sí mismas
realidades teñidas de subjetividad sustantiva. Expresan
conocimiento
valor, praxis
y comunicación en su despliegue progresivo y
develador de esencias. "En mi sistema poético del mundo,
la metáfora y la imagen tienen tanto de carnalidad,
(…) como de eficacia
filosófica, mundo exterior o razón en sí. Es
uno de los misterios de la poesía
la relación que hay entre el análogo, o fuerza
conectiva de la metáfora, que avanza creando lo que
pudiéramos llamar el territorio sustantivo de la
poesía,- enfatiza Lezama -con el final de este avance, a
través de infinitas analogías, hasta donde se
encuentra la imagen, que tiene una poderosa fuerza regresiva,
capaz de cubrir esa sustantividad ¨"La imagen y la
metáfora, independientemente de su carga subjetiva, no son
simples representaciones formales carentes de contenido. "La
relación entre la metáfora y la imagen
–escribe Lezama Lima- se puede establecer con un caballo
tan alado como nadante que persiste en una sustancia resistente
que en definitiva podemos considerar como imagen. La imagen
–continúa el pensador y poeta cubano- es la realidad
del mundo invisible", en la medida que hace tangible lo abstracto
o es capaz de anticipar lo que en el presente es sólo
deseo, sueño, utopía, es decir, sólo
posibilidad, no realidad concreta. "Así los griegos
–continúa Lezama-colocaban las imágenes
como pobladoras del mundo de los muertos. Yo creo que la
maravilla del poema es que llega a crear un cuerpo, una sustancia
resistente enclavada entre una metáfora, que avanza
creando infinitas conexiones, y una imagen final que asegura la
pervivencia de esa sustancia, de esa poiesis. De la misma manera
que el hombre ha
creado la orquesta, la batalla, los soldados durmiendo a la
sombra de las empalizadas, la gran armada, el caserío del
estómago de la ballena, ha creado también un cuerpo
artificial que resulta acariciable y existente, como la misma
naturaleza
escondiéndose al tacto. En alguna ocasión he hecho
referencia, hablando de Martí y
tratando de establecer las misteriosas leyes de la
poesía (y no se olvide que las primeras leyes se hicieron
en forma poética), que para esas prodigiosas leyes de la
imaginación, veinte años de ausencia equivalen a un
remolino de la muerte;
así como, dentro de la orquesta, una trompeta equivale a
veinte violines. El cubrefuego que la imagen forma sobre la
sustantividad poética es unitivo y fijo como una estrella.
Por eso afirmo en unos de mis poemas,
paradoja profunda de la poesía, que el amor no se
ejerce caricioso, poro tras poro, sino de poro a estrella, donde
el espacio forma una suspensión y el cuerpo se lanza a una
natación
que se prolonga"

No creo que Lezama ontologice la imagen y la
metáfora o siga el camino de la introspección
absoluta de la mente. Sin embargo, como poeta y profundo
pensador, logra revelar los caminos poéticos del lenguaje en la
aprehensión cosmovisiva del hombre en relación con
la realidad y valorar el papel de sus formas representativas. Es
que en el hombre, como decía Martí,
resulta imposible separar lo ideal de lo material, así
como sus creencias e ilusiones. Considera Lezama que todo hombre
cree en algo, pues hasta el propio ("…)Valery que hizo
profesión de ateísmo, cuando definió la
poesía, lo hizo diciendo que era el paraíso del
lenguaje.Ya ve usted –destaca Lezama-el caso de un ateo
usando la palabra paraíso con toda la resonancia de un
católico"

En su cosmología poética, Lezama se
propone destruir la causalidad aristotélica, en función de
la búsqueda y encuentro de lo incondicionado, de la
imaginación creadora. Al mismo tiempo cree posible hablar
de caminos poéticos o metodología poética dentro de ese
incondicionado que forma la poesía.

En la cosmología poética Lezamiana,
imagen, mito y
poesía constituyen una totalidad integradora del discurso
aprehensivo de la realidad. En su criterio, "después que
la poesía y el poema han formado un cuerpo o un ente, y
armado de la metáfora y la imagen, y formados la imagen el
símbolo y el mito – y la metáfora que puede
reproducir en figuras sus fragmentos o metamorfosis-, nos damos
cuenta que se ha integrado, una de las más poderosas
redes que el
hombre posee para atrapar lo fugaz y para el animismo de lo
inerte". Lo mismo ocurre con el juego, que toma en su sistema un
sentido cósmico que preside todo el devenir universal
hacia la unidad. Lezama revela en el camino poético del
lenguaje, con todos sus medios y
formas de expresarse, un modo de perenne ascensión, propio
de un logos profundo que se aprehende a través de dos
vías esenciales: doxa y ciencia, y
cuyo resultado encarna el sentido cósmico, o el cosmos
mismo. Así, en Muerte de
Narciso, "el mito que le sirve de base, la contemplación
de la propia belleza que consume a su protagonista, permite
establecer una especial relación cognoscitiva entre hombre
y universo,
dirigida al sentido cósmico de la unidad entre
ambos".

En esta misma dirección, Lezama aporta cauces
interpretativos. Podría analizarse la agudeza expresiva de
su concepción sobre la teleología insular,
estrechamente vinculada a lo cósmico universal, el
problema de la existencia, de la muerte, el tiempo, el espacio,
la historia y en fin, el hombre en relación con el mundo
en sus varios avatares. Su cosmología poética en si
misma es una eterna búsqueda de verdades por los infinitos
medios de que dispone el hombre, en vinculación directa
con la bondad y la belleza.

Como la metáfora es un cambio de una
palabra o grupo de ellas
al sentido figurado, fundado en la asociación por
semejanza, y la imagen, una representación "concreta" de
estados difusos o ideas abstractas, ambas, en su unidad integran
la traslación de sentido (la metáfora) y la nueva
creación por la reunión de atributos cualificadores
sensibles (imagen). Metáfora e imagen en el discurso
contemporáneo (no sólo el eminentemente
poético) aparecen indisolublemente unidos. Esto favorece
"el sintetitismo" que tanto impera y se impone. Este poder
sintetista de ambas, además de vigorizar el estilo y hacer
más sugestivo y suscitador el discurso, le imprime belleza
sensorial y racional a las palabras y a sus
significaciones.

Es difícil encontrar un texto,
incluyendo el ensayo
estrictamente científico que no opere con imágenes
y metáforas, pues necesariamente trabaja con palabras, con
sus respectivos significados y significantes que no pueden
reducirse a lo inmediatamente dado. Requieren de mediaciones y a
éstas le son inherentes por antonomasia. "Platero
bebía cristales ensangrentados." Juan Ramón
Jiménez expresa así cómo el hocico de su
asno perturba la serenidad del agua
enrojecida por el reflejo del sol. La literatura es
metáfora. La poesía es, por excelencia,
metáfora. El arte es
metáfora. Mahler no quería que sus amigos miraran
el paisaje que rodeaba su gabinete de trabajo.
Quería que escuchasen su música. Porque
ahí se encontraba el paisaje, filtrado y embellecido por
la creación estética. El Guernica de Picasso es una
metáfora de la guerra. Las
catedrales góticas son metáforas de la gloria
divina. La piedad de Miguel Ángel es una metáfora
del dolor".

La filosofía con todo el arsenal lógico
cosmosivo y metodológico que le es propio y que la
tradición ha impuesto desde
antaño, resulta inconcebible sin el empleo de las
imágenes y las metáforas: "La filosofía,
aparentemente tan alejada del arte, también constituye una
búsqueda de metáforas. Pero mientras el arte busca
metáforas cimentadas, fundamentalmente, en lo sensible, la
filosofía construye metáforas racionales. Un
filósofo realista podría decir que no es
así, que la realidad es como él la expresa. Sin
embargo, en la medida en que expresa la realidad con signos, con
palabras, con algo que media, que intercede entre la realidad y
nosotros, está construyendo una
metáfora".

Para Ortega y Gasset, gran ensayista
contemporáneo español,
es la metáfora un instrumento mental imprescindible y una
forma del pensamiento científico. Marcel Proust considera
que sólo la metáfora puede eternizar el estilo
literario, y en general todo estilo de excelencia.

El logicismo cientificista al hiperbolizar el lenguaje
científico y sus cadenas categoriales, sólo ve en
las metáforas figuras ornamentales y decoración
estilística, carentes de información y saber. Su ceguera
epistemologista y abstracta le impide comprender que no se trata,
"(…) tan solo de un tropo intuitivo que maneja la teoría
de la sustitución, no es una simple analogía, no es
una palabra sustituta que sólo da belleza al lenguaje. La
metáfora es una frase que construye una imagen no-
idéntica, la cual implica una traslación,
múltiples desvíos que generan
plurisignificaciones".

La naturaleza del lenguaje metafórico está
permeada de complejidad, incertidumbre y de ficción
heurística. Por eso puede red-escribir la realidad y
posibilitar nuevas imágenes creativas de lo real
existente. Su capacidad heurística le permite partir de lo
conocido hacia el descubrimiento de lo desconocido, infranqueable
para el sentido recto del lenguaje. La metáfora funda
relaciones contradictorias que traspasan el umbral de los signos
ordinarios para transitar al mundo abstracto, a la esfera de los
símbolos y nuevas profundidades de las
esencias.

Es que la metáfora relaciona
dialécticamente el signo y el símbolo en una unidad
contradictoria, capaz de subvertir la lógica común
para vincular en síntesis
lo concreto del
lenguaje cotidiano (signos) y lo abstracto del lenguaje de
la ciencia
(símbolo). Simplemente es la unidad compleja y
contradictoria de conceptos diferentes, para generar un movimiento
dialéctico suscitador de varias motivaciones aprehensivas
que incita al pensamiento creador y con ello, también al
lenguaje y a sus actos productivos que generan acciones,
praxis y viceversa.

El siglo XXI, caracterizado por la
globalización, la enajenación y la incertidumbre, plantea
nuevos retos al hombre, a la ciencia y a la cultura en general.
Los resultados científico-técnicos, concretados
entre otros, en las revoluciones en las tecnologías de la
comunicación, la genética
etc., si bien son valores
útiles al hombre, también pueden enajenar su ser
esencial, despersonalizar las relaciones
humanas, matar las utopías, en fin globalizar la
inhumanidad a través de los centros que poseen la fuerza
de poder. Ante esta situación se requiere mucho sentido de
humanidad y sentido cultural para lograr revertirla y hacer que
prevalezca la globalización de un humanismo que
integre en unidad inseparable, verdad, belleza, bondad y
garantice justicia y
libertad.

Ante esta realidad, la dimensión lingüística del hombre el lenguaje, en
tanto mediación central entre el pensamiento, la conciencia y la
realidad, puede contribuir con eficacia al impulso de la cultura.
Hay que desarrollar la sensibilidad en los marcos de los procesos
intersubjetivos de la
comunicación, pues en la cultura el contenido
cognoscitivo "puro" no es suficiente. La sensibilidad cualifica
por excelencia a la cultura.

El lenguaje, si bien resulta estéril su
ontologización, es decir, concebirlo como única
realidad existente, con atribuciones de poderes "mágicos",
deviene importante como medio de comunicación humana y
creación de sentido, si es empleado en función del
hombre y su creciente humanidad. La belleza expresiva, sugestiva,
utópica, subjetiva del lenguaje, no está
reñida con la ciencia, con la verdad. Por eso Martí
dice de W. Whitman:"(…) él es un cosmos (…).
Pinta a la verdad como una amante frenética, que invade su
cuerpo y, ansiosa de poseerle, lo liberta de sus ropas. Pero
cuando en la clara medianoche, libre el alma de ocupaciones y de
libros, emerge
entera, silenciosa y contemplativa del día noblemente
empleado, medita en los temas que más la complacen: en la
noche, el sueño y la muerte; en el canto de lo universal,
para beneficio del hombre común (…)"

El lenguaje metafórico no cierra el discurso.
Abre, enriquece y activa al pensamiento. Su perenne sentido
contradictorio, discontinuo ambiguo, propicia la diferencia y las
interpretaciones diversas que generan significaciones nuevas,
"pues no se trata de opinar sino de hacer suposiciones valederas,
relaciones significativas, apelando a la imaginación, al
sentimiento, a la cognición y a la sensibilidad.
Allí donde habita todo acto de pensamiento, fruto de la
experimentación mental, que permite concebir signos nuevos
como un elemento discursivo, abre el camino a las acciones
creativas "y trascendentes.

Al mismo tiempo, la creación humana es
trascendente cuando se funda en totalidades, cuando rebasa lo
inmediato, sin desecharlo, y se dirige a lo mediato, cuando se
mueve a lo absoluto y aprehende el cosmos humano en
relación con el Universo. El lenguaje metafórico,
por sus especificidades hermenéuticas, es un medio
accesible por excelencia del espíritu humano. "El
espíritu presiente; las creencias ratifican. El
espíritu, -enfatiza Martí- sumergido en lo
abstracto, ve el conjunto; la ciencia, insecteando por lo
concreto, no ve más que el detalle. Que el Universo haya
sido formado por procedimientos
lentos, metódicos y análogos, ni anuncian el fin de
la naturaleza, ni contradice la existencia de los hechos
espirituales" .

VERDAD,
CONOCIMIENTO, VALORES, PRAXIS, COMUNICACIÓN:
SABER.

El tema de la verdad históricamente ha sido
recurrente y no deja de serlo en la actualidad. Sin embargo, como
en todos los problemas
filosóficos complejos ha primado la unilateralidad de
enfoques en su tratamiento. Lo más común ha sido la
reducción del saber al conocimiento y con ello, las
interpretaciones logicistas y gnoseologistas abstractas. Se ha
pensado la verdad como forma de adecuación o identidad del
pensamiento con la realidad que el sujeto convierte en
objeto.

A pesar de los múltiples intentos valiosos de
acercamiento al problema, en mi criterio, aún no se ha
logrado un enfoque integrador de la verdad, donde conocimiento,
valor, praxis y comunicación sean considerados, como
mediaciones centrales en su construcción y despliegue. Las relaciones
sujeto- objeto, y sujeto- sujeto y su eslabón primario en
la conversión recíproca de lo ideal y lo material:
la actividad humana, prácticamente han sido inadvertidos.
Igualmente ha prevalecido el reduccionismo en el reconocimiento
lingüístico de la verdad. En algunos casos
absolutizando en grado extremo el papel del lenguaje en general y
en otros, reduciéndolo sólo al lenguaje
científico, sea de nivel empírico o de nivel
teórico. Las otras formas del lenguaje, incluyendo por
supuesto, el tropológico ha quedado marginado del proceso
aprehensivo de la realidad por el hombre en la búsqueda de
la verdad. No ha faltado tampoco la tendencia acuciante de
identificar la verdad sólo con la verdad
científica. ¿Y las otras verdades que el hombre
afanosamente busca apremiado por las necesidades, los intereses y
los objetivos y
fines propuestos? En los paradigmas de
la verdad y sus respectivos diseños ha predominado el
sentido de exclusión, tanto en su interior como al
exterior de él. Se hace necesario los enfoques
integradores de inclusión, que sin agotar la riqueza de
mediaciones de la realidad – imposible
históricamente – abarque la mayor cantidad posible,
en tanto proceso subjetivo – objetivo,
mediado por la praxis de asimilación constructiva de la
verdad. Con razón Marx, en sus
Tesis sobre Feuerbach, al criticar la especulación
filosófica, en la consideración de la verdad, exige
concreción en los análisis y aconseja abordar la realidad
subjetivamente. En su concepción, la teoría de la
verdad, adquiere terrenalidad sustantiva, si se funda en la
praxis, como su criterio valorativo. Entendida la praxis como
esencial relación sujeto – objeto y sujeto –
sujeto, donde lo ideal y lo material se convierten
recíprocamente, devienen "idénticos".

La verdad es proceso y resultado del devenir humano. Un
producto de la
actividad del hombre (sujeto) en relación con la realidad
que convierte en objeto de conocimiento, de la praxis y de
valores que intercambia con otros sujetos. En tanto proceso
histórico es absoluto y relativo. Cada generación
construye verdades limitadas por la historia y la cultura y al
mismo tiempo participa de lo absoluto. Lo absoluto y lo relativo
son momentos inseparables constitutivos de la verdad, en su
unidad y diferencia.

Si ciertamente la verdad se construye en la actividad
humana, y ésta representa el modo de ser del hombre, a
través de la praxis, el
conocimiento, los valores y
la comunicación, fundados en las necesidades, los
intereses y los fines del hombre, su revelación ( de la
verdad) no es sólo un producto cognoscitivo,
desentrañador de esencias, sino además de la
actuación práctica transformadora del hombre, en
correspondencia con el significado que adquiere la realidad y los
deseos de satisfacción humana. Al hombre no sólo le
interesa qué son las cosas, cuál es su esencia,
sino ante todo, para qué le sirve, qué necesidad
satisface o qué interés
resuelve. Por eso, praxis, conocimiento y valor, son inmanente al
proceso mismo de develación de la verdad.

Son momentos de su propio proceso. Al igual que los
resultados de su actividad resultan estériles al margen de
la comunicación, en tanto intercambio de actividad y de
sus resultados.

La verdad se revela y descubre en las relaciones
intersubjetivas, en espacios comunicativos, donde por supuesto,
el consenso desempeña un lugar especial. Una verdad, fuera
de la práctica del consenso, no encuentra legitimación y por tanto resulta
estéril. Lo mismo que sin riqueza espiritual no hay acceso
posible a ella. La creación subjetiva, humana, plena de
sensibilidad, abre camino a la verdad. Las vías
poéticas del lenguaje, sustantivan las potencias del
pensamiento. El hombre con riqueza espiritual e imaginativa en
estrecha comunión con la naturaleza y la sociedad, se
aproxima con más facilidad al conocimiento, a la verdad.
Sencillamente, "las ciencias
escribe Martí- confirman lo que el espíritu posee
(…). Así, son una la verdad, que es la hermosura en
el juicio; la bondad, que es la hermosura en los afectos; y la
mera belleza, que es la hermosura en el arte (…). La
naturaleza se postra ante el hombre y le da sus diferencias, para
que perfeccione su juicio; sus maravillas, para que avive su
voluntad a imitarlas; sus exigencias, para que eduque su
espíritu en el trabajo, en
las contrariedades, y en la virtud que las vence. La naturaleza
da al hombre sus objetos, que se reflejan en su mente, la cual
gobierna su habla, en la que cada objeto va a transformarse en un
sonido. Los
astros son mensajeros de hermosuras, y lo sublime perpetuo. El
bosque vuelve al hombre a la razón y a la fe, y es la
juventud
perpetua (…). La aparición de la verdad ilumina
súbitamente el alma, como el sol ilumina la
naturaleza" .

Los caminos poéticos del lenguaje son
iluminadores porque alumbran con luz de estrellas
el proceso constructivo de la verdad. Sus posibilidades son
infinitas no sólo por lo que informan, sino por lo que
proponen y suscitan a la creación del hombre, incluyendo a
sus dimensiones gnoseológica y cosmovisiva.

Debe destacarse además que el lenguaje
tropológico no sólo es propio del lenguaje
literario, pues está presente en todas las acciones
humanas. ¿Quién puede negar que la educación, la
cultura, la ciencia no sean metáforas de la vida? En fin
el lenguaje tropológico no puede aislarse del proceso
constructivo de la verdad, como también es imposible negar
la existencia de una verdad tropológica, que por ser
representación figurada por excelencia tampoco debe
absolutizarse sus excelsas posibilidades creativas. Debe
evitarse, reproducir los vicios de otros paradigmas que han
quebrado por su elitismo excluyente. La misión del
discurso que busca la verdad, debe ser su vocación
incluyente, abierta, tolerante, crítica, en resumen, con sentido
ecuménico e integrador.

La tropología y en particular la metáfora,
por sus infinitas excelencias creativas, transita en unidad
indisoluble con la teoría del conocimiento, en la
representación del cosmos humano y el Universo que le
sirve de claustro materno; y viceversa, la gnoseología
imprime cauces nuevos expresivos a la sintaxis
tropológica. "Pero creo que la intensificación de
la "sintaxis figurada" en el marco de la poesía
contemporánea tiene también sus razones
contemporáneas, razones que atañen al desarrollo del
conocimiento en nuestro tiempo. La diversidad tropológica
se afina y se precisa, se hace necesaria al amparo de la
noción de que, el Universo es un infinito de
fenómenos interconectados, en movimiento, unitario en su
diversidad; al amparo de esa noción, y por la necesidad de
reflejarla"

Unido a esta valiosa idea de cómo la
tropología se enriquece siguiendo el cauce
contemporáneo del desarrollo de la gnoseología, se
destacan algunas ideas importantes de la tropología para
la gnoseología en la revelación de principios
sustantivos de carácter epistemológico-cosmovisivo,
tales como:

  • el fundar la analogía en las esencias y no en
    las apariencias.
  • el mostrar los opuestos, los contrarios, como
    unitarios.
  • desarrollar el principio de concatenación
    universal de los fenómenos.
  • afirmar la unidad del mundo en su
    diversidad.
  • desarrollar la idea de totalidad como criterio de
    verdad.

Esta idea última, en mi criterio, resulta
interesante y coincide en parte con una tesis, que no por vieja,
deja de ser sugerente, a pesar de que sobrevalora las
posibilidades de la estética y por tanto, puede repetir
enfoques reduccionistas. Me refiero al filósofo mexicano
José Vasconcelos. En su criterio "(…) llegamos a ella
después de agotar las posibilidades del Logos, y enseguida
la verdad se nos revela como armonía, en vez de la verdad
como identidad" . Propone como método la coordinación y la existencia de un a priori
estético, extremadamente idealizante que opera
según ritmo, melodía y armonía.
Además de hiperbolizar una arista del problema objeto de
análisis, su interpretación está permeada de
artificios eclécticos que no conducen a presentar la
armonía como integralidad incluyente.

En mi criterio el acceso a la verdad, requiere de una
concepción compleja y flexible que priorice un enfoque de
integralidad incluyente en la aprehensión de la realidad
asumida. Creo que el concepto de
saber, con un nuevo sentido hermenéutico, al margen de su
significado histórico tradicional – como
conocimiento en general, de algún modo garantizado en su
verdad, por su objetividad lógico-cognoscitiva, la
identidad y la adecuación- resulta una alternativa
posible. La intelección del saber con un nuevo sentido
hermenéutico, cuya interpretación se dirija no
sólo al conocimiento, sino que incluya el valor, la praxis
y la comunicación, abre perspectivas heurísticas
inagotables. Propicia ante todo que no se absolutice la
razón, entendida como único juez legitimador, y se
incluyan los sentimientos y otras formas aprehensivas humanas en
la construcción de la verdad. Esto posibilita que el
logicismo abstracto, ceda paso a otras formas discursivas
lingüísticas de carácter tropológico,
es decir, otros modos, también discursivos que no operan
sólo con las clásicas estructuras
categóricas, que por su objetivismo impersonal, devienen
unilaterales y abstractas. Un enfoque subjetivo- no subjetivista,
porque no rechaza la objetividad- puede asumir la realidad con
sentido histórico cultural y garantizar la integralidad
sin a priori absolutos y al margen de la actividad
práctica, que en última instancia condiciona el
proceso mismo de la verdad.

La asunción del concepto de saber- y no el de
conocimiento como ha sido tradicional- , comprendido (el saber)
como forma integral humana que incluye todos los medios que
emplea el lenguaje para designar y penetrar en la realidad
permite vincular estrechamente conocimiento y valor, sobre la
base de las necesidades, los intereses, y los fines humanos. Al
mismo tiempo, ayuda a comprender que la verdad no se descubre
espontáneamente, a través de una relación
abstracta sujeto- objeto, sino que se revela en procesos
intersubjetivos, en espacios comunicativos, que integran en su
síntesis: conocimiento, valor y praxis. Todo en los marcos
de la subjetividad humana, donde el hombre piensa, siente, desea,
actúa e intercambia los productos de
su actividad en una relación dialéctica sujeto-
objeto, mediada por infinitos atributos cualificadores de su ser
esencial, de la cultura, la historia, y por el consenso
legitimador.

Esto significa que si el saber del hombre se propone
acceder a la verdad, en su concreción, no puede soslayar
el papel importante de la actividad humana y su estructura
compleja, así como la cultura, y como parte de ella, los
caminos del lenguaje, en toda su diversidad y sentidos,
incluyendo la vía poética que tanto influye en la
creación del hombre, así también como
desechar por ineficaces y estériles las imposiciones
"teóricas" y los autoritarismos intolerantes y
excluyentes, expresados como convenciones gnoseologistas.
Simplemente "(…) urge devolver los hombres a sí mismos;
urge sacarlos del mal gobierno de la
convención que sofoca o envenena sus sentimientos
(…) y recarga su inteligencia
con un caudal pernicioso, ajeno, frío y falso. Sólo
lo genuino es fructífero".

Busquemos la verdad con sentido histórico-
cultural humano, imaginación, razón utópica
y vocación ecuménica incluyente. Una
concepción del saber, como integralidad abierta al
diálogo, a la crítica y a la
comunicación puede ser una alternativa posible de
construcción de la verdad, incluyendo por supuesto, la
propiamente de las ciencias
naturales.

En la apropiación de la realidad por el hombre,
su pensamiento sigue el cauce de la ascensión de lo
abstracto a lo concreto, y este proceso es en sí mismo
incluyente. Para descubrir la realidad en su mayor
concreción hay que asumirla en sus varias mediaciones. En
caso contrario, el saber resulta unilateral y abstracto, por
seguir un cauce excluyente que absolutiza algunos momentos y
pierde el sentido de totalidad y de unidad en lo diverso y
complejo. Con ello, se incapacita para apropiarse de lo concreto
en sus diversas mediaciones y condicionamientos.

La concepción de la verdad como saber integral no
puede soslayar tampoco la importancia cognitiva del lenguaje
metafórico, capaz de lograr la unidad de la diferencia,
como certeramente señalan Ricoeur y Jakobson. Igualmente
no se puede negar la independencia
relativa del conocimiento científico y otras formas de
aprehensión humana de la realidad. Pero en los marcos de
una perspectiva o enfoque cultural que vincule razón,
sentimiento, ciencia y conciencia. No se debe olvidar, que la
cultura como producción humana en su proceso y resultado
no se cualifica sólo por su dimensión cognoscitiva,
sino particularmente por la sensibilidad que incita y activa el
saber en su búsqueda integradora de lo que llamamos
verdad.

Nadie con sentido común, puede obviar los
resultados de la tecno-ciencia en la época de la
globalización contemporánea. Pero sin sentido
cultural, devienen estériles para el hombre, pues enajenan
y deshumanizan. Resultan perjudiciales, porque la verdad es
vacía de contenido, cuando se separa de la belleza y la
bondad, cuya armonía la funda e introduce
Pitágoras, a partir del sentido de medida, y es continuada
por muchos filósofos y pensadores, incluyendo a
José Martí.

No es posible hacer del conocimiento
científico el núcleo arquetípico del
pensamiento y convertir a éste en un modelo
impersonal que condiciona de modo a priori y teleológico
la realidad existente para hacer una unidad o identidad con ella,
llamada verdad. La verdad, sea de cualquier naturaleza, es
proceso y resultado aprehensivo humano, como saber profundo,
construido por la actividad del hombre en relación con el
mundo o la parte de él hacia la cual dirige su acción.
Se trata de un proceso humanizador de la realidad y del hombre
mismo en espacios intersubjetivos.

Una verdad que separe la esencia humana de la existencia
y los espacios histórico- culturales en que realmente se
aprehende, resulta ficticia y no resiste la prueba de la praxis
social.

La educación, como gran
metáfora de la vida tiene mucho que hacer en el logro de
un saber integral incluyente en la búsqueda de la verdad.
Una educación que renuncie a los métodos
transmisionistas y al discurso teorizante y abstracto, y asuma la
intersubjetividad como modo idóneo de formación
humana, desarrolla sensibilidad, actitudes
cognoscitivas creadoras, razón utópica y propicia
que el lenguaje genere acciones creativas. Al mismo tiempo
estará en mejores condiciones de vincular estrechamente
los mundos de la vida, de la escuela y del
trabajo, sin autoritarismos, intolerancias y cientificismos
excluyentes.

Dr. Rigoberto Pupo

Partes: 1, 2
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